martes, 21 de febrero de 2012

La Batalla. Acto I: EGO ET ALTER EGO.

- Amigos míos, mutantes míos, familia mía. Hoy es el día tan esperado por todos, tan esperado por nos, y tan anhelado por el resto de personas. Hoy luchamos, hoy batallamos, cada uno con nuestro poder, con nuestro don, con nuestra fortaleza, contra el enemigo, contra aquel que viene a destruir nuestras vidas y a desordenar las de aquellos que nos rodean. Nos hemos preparado para ello. Esta batalla será recordada por todos los tiempos, esta batalla nos enaltecerá, esta lucha será histórica.

Con estas palabras daba aliento un mutante emprendedor al resto de sus amigos. Apenas acababan de bajar del tren y ya podían sentir una embriagante emoción. Además, las palabras de aquel les hacían sentir seguridad. No había cabida para la duda, todos estaban convencidos de su victoria, todos, todos excepto el mutante, que estaba inexpresivo, sumergido en sus pensamientos, ausente de aquellas palabras de aliento, sin poder olvidar su extraño encuentro en el tren.

Su amiga lo miraba y le sonreía, intentando hacerle cambiar el gesto, pero la sonrisa del mutante había tornado quebrada. Sus ojos, ausentes, su gesto, todo él, cabizbajo. Su pensamiento; "entrégame tu don, ríndete a mi, no, no, no puedes hacerlo. No olvides, Alter Ego."

Pronto anocheció  y los mutantes estaban preparados, cada uno en su puesto, para emprendar la batalla. Cada uno de ellos tenía su papel, su misión. La noche se tornaba fría, y una brisa incesante enfriaba el rostro de los mutantes. La lucha había de comenzar en segundos. Y comenzó; cada mutante se esforzaba al máximo, animado por las palabras de aquellos emprendedores que habían decidido iniciar esta lucha en la que ahora se hallaban envueltos. Cada uno, un papel, cada uno, utilizando su don.

El mutante se encontraba un poco más atrás que aquellos, y poco a poco, daba un paso atrás, y otro. Sintió un dolor en el vientre, sintió turbación en su cabeza, y una vez más, sangraba. Comenzó a sentir frío, y su rostro tornó blanco, fantasmal. Y la voz, aquella voz, resonaba hueca en sus oídos. Y pudo ver la silueta de su enemigo, pero no su rostro. Asustado, paralizado, pero sacó fuerzas de flaqueza para enfrentarse a ese ser. 

ALTER EGO - No, no lo intentes siquiera, no puedes vencerme. Mírame, sin tocarte, te hago sangrar. Es mi fuerza la que te hace enfermar aún más, y soy yo quien controla tu mente, y soy yo el dueño de tu don, que hace unos días me has traspasado. Hoy, tu sonrisa está rota, y soy yo quien río sin cesar.

El mutante se retuerce de dolor, pero era mayor su dolor mental, su vacío, su soledad y su tristeza, que el dolor físico.

ALTER EGO - Antes de que sea tu fin, contempla mi rostro,¡¡¡ mírame!!!

El mutante, perdido, miserable en el suelo, hace un último esfuerzo en contemplar el rostro cruel de su mortal enemigo, de aquel que le había robado su don y hoy le robaba su vida y último aliento. Alter Ego se acerca, y bajo la tenue luz su silueta comienza a desvelarse. El chico queda atemorizado al contemplar el rostro de aquel; era su propio rostro el que estaba mirándole, era su propio reflejo, riendo, victorioso, cruel.

Y el chico queda yacente en la calle.



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